No te asustes, mamá, que no me dedico en secreto a la política, te lo hubiera consultado aunque temo conocer tu respuesta. Mamá, me han nombrado Presidente de la Comunidad de Propietarios (y mira que yo quería vivir de alquiler, pero aita y tú os pusisteis fieros).
Es lo que único que me faltaba. Por un lado, mi hemisferio cerebral responsable me anima a aceptar el cargo porque hay que ser solidario con tus vecinos, hoy por ti, y mañana… ya hablaremos. Mamá, yo no quiero ser presidente (lo pongo con minúscula por el concepto de humildad que me enseñasteis), líos con el ascensor, casco azul en las refriegas vecinales, supervisor de obras y dueño de tres calculadoras para que no fallen las cuentas. Ah, y la responsabilidad de meter la pata y buena es la del cuarto como para salir escaldado de cualquier inmo-emboscada. Ya sé que tengo un mes para rechazar el cargo, pero enfermo no estoy (de momento), avanzada edad no cuela (aunque hay cargos que envejecen mucho), pero puedo alegar razones laborales porque además, estaré diciendo verdad que es lo que hay que decir en el Juzgado donde tengo que presentar el escrito-rechazo.
Mamá ¿y si acepto? Siempre me han gustado los retos y además, puedo estar asesorado y hay seguros de responsabilidad que me cubren las espaldas y los “resbalones presidenciales”. Todo es cuestión de preguntar a un profesional. Me viene a la memoria aquella canción que tanto te gustaba hace unos años: me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, siempre me matan. Si acepto, unos copropietarios me buscarán las grietas, al edificio y a mí, y si no acepto, con qué cara miraré a Enriquito cuando le vea en el ascensor si sé que estará pensando: de mayor no quiero ser un higadazos como tú.
Me busco un asesor, ahora toca con mayúscula, y acepto el cargo de Presidente. Y como siempre mamá, sé que os tendré cerca para aconsejarme. Lástima que no vivamos en el mismo edificio…claro, que a lo mejor me cambio. Nada, mamá, que estaba pensando tonterías…