Es difícil explicarlo. Porque se mezclaron gráficas de población con vistas nocturnas de Pamplona a más de cuarenta metros de altura sobre el casco antiguo.
Los umbrales de rentabilidad inmobiliaria sirvieron de papel pautado para una interpretación de “La misión” con violín solista y luz de velas.
Es difícil explicarlo si Vd. no estuvo allí. Porque se habló de futuro entre muros del siglo XV, de inversiones pensando en alquileres mientras el claustro susurraba plegarias clericales. Descubrimos secretos que, de tan escondidos, saltan a la vista. Hipotecas inversas calculadas al revés de cómo se estudian las leyendas que mima el recuerdo.
Es difícil calibrar a qué velocidad latían los corazones con la energía de lo sorprendente, de lo desconocido, de lo de toda la vida sin ser apreciado por estar tan cercano.
Fue el tercer encuentro Ekiser, posiblemente más técnico que los dos anteriores, seguramente más emotivo, aunque todavía es imposible medir la intensidad de los sentimientos, el mensaje de la oscuridad que no asusta, las llamas de un fuego que nació para iluminar y nunca quemar.
Es difícil explicarlo, pero fácil de entender porque hubo sinceras gracias ya que el disimulo y la hipocresía saben que es mejor no aparecer en ocasiones para no hacer el ridículo.
El cuarto encuentro espera, el quinto se perfila, pero el tercero, catedral y jubilaciones, fue un derroche de sensaciones mientras se hablaba de ahorro. Pocas veces como en esa noche, la ironía justificaba una tímida lágrima de emoción.
De todo corazón, bienaventurado sea el contagio de experiencias tan inusuales.