Reconozco que el titular suena extraño, a despiste, a filosófico sin tener cuna cordobesa ni aula senequista. Pero son tres conceptos que definen desde hace muchos años lo que entendemos por vivienda digna, y utilizo el verbo entender, aunque debiera aplicar conseguir.
La evolución de la sociedad no admite discusión alguna siempre que no nos metamos en definiciones sobre si los cambios han sido y son positivos o negativos, ahora que ambos términos, y por desgracia, están tan de moda. Hay tanta necesidad de tener un techo sujetado en paredes que dejamos aparcados conceptos que debiéramos considerar irrenunciables.
Salgamos de dudas: habitabilidad, accesibilidad y sostenibilidad son los tres mundos terminados con idénticas siete letras que representan los fundamentos primordiales que toda vivienda debe reunir.
Ya una vez acostumbrados al sonido de esos vocablos añadamos comodidad, humanidad y perdurabilidad solo por poner unos ejemplos al azar.
Las circunstancias sociales, las malas rachas económicas, el aprovechamiento infame de suelo edificable, las tendencias políticas del poder en esos momentos y alguna que otra mala praxis, han hecho que los tres conceptos sean enterrados y cubiertos por el mismo hormigón que configura los cimientos del edificio. Pero las cosas están cambiando.
Esa misma sociedad que se ha tapado los ojos para no ver la realidad, le ha puesto a su conciencia social gafas de gran aumento para dignificar con mayúsculas lo que supone una vivienda, mucho más que un lugar donde cobijarse, donde ir esquivando obstáculos y alejado de los paradigmas elementales que hace gritar de angustia al medio ambiente.
Ya no se vende el ladrillo-visibilidad, se cotiza en el mercado el ladrillo-autenticidad. Los tres mundos que comparten igual terminación son tres eslabones esenciales en la cadena de nuestro presente e imprescindibles en nuestro futuro. Y no hay mejor argumento que el que nos autoimponemos.
Ya no vale aplicar lo de duros a cuatro pesetas porque llegó el euro y la frase se quedó sin sentido.